En 2016 se alcanza la fecha bíblica de los cuarenta años del destierro del pueblo saharaui en el desierto de Argelia. Pocas causas son tan necesarias de abrazar como la odisea de esta comunidad que se ha vuelto tan invisible ante el mundo. Me impresiona su capacidad para sobrellevar su injusticia, su medida paciencia y su manera de demostrar que vivimos en un espejismo de necesidades y valores vacíos. Me sacude la fuerza que he visto en estas personas para mostrarme dónde mirar, para hacerme pensar que lo que nosotros consideramos tan importante se desvanece en la arena.
Cuatro décadas después de su destierro, unas 150.000 personas habitan uno de los lugares más inhóspitos del planeta en una situación de dependencia absoluta para su supervivencia. El muro de 2.700 km que Marruecos ha construido para evitar el regreso del pueblo saharaui a su tierra simboliza, no solo el aislamiento, sino también la desidia internacional por un conflicto que tenía que haberse resuelto hace ya mucho tiempo.
En este trabajo me ronda por la cabeza la idea de la atemporalidad, de lo transitorio, de la dignidad, del vacío, de la invisibilidad, del destierro, de la pertenencia, de la separación, del espacio, de la luz, de nuestro lugar en el mundo, de la esperanza, y de la paciencia. Poco más resta decir… el silencio, la arena y la luz.
Selección de fotografías
Más información sobre el pueblo saharaui en la web de SOGAPS