Ni siquiera hora mismo, mientras noto las piedras bajo mis pies, recuerdo cómo he llegado hasta aquí: un paisaje regurgitado por el tiempo. Noto el terreno escurridizo a través de mis botas como si arrastrara mi nombre, pero tampoco recuerdo nada de mí. La memoria se ha vuelto presente absoluto en este instante. Las fotografías que hago solo me muestran lo que soy ahora, nada de huellas del pasado.
Mi cuerpo pierde adherencia y amenaza con desaparecer en el color esmeralda del agua que susurra milagros como un espejismo. Ahora me doy cuenta. Hay algo aquí, algo que no reconozco pero que quizá sí pueda nombrarme. Mientras me arrastro en este pensamiento, comienzo a sentir su aliento en las yemas de los dedos al contacto con el aire. Se cuela en mi piel a través de las líneas de las huellas dactilares como si atravesara un terreno peligroso. Aprieto los puños, y la sensación me rodea abrazándome en un golpe de brisa.
Algo cae al agua y corta la superficie hacia el cielo. No sabría decir si soy lo que cae, el agua o el cielo. Todo se diluye en un verde imposible.
Tampoco ahora mismo, mientras noto esta presencia bajo mi mente, recuerdo cómo he llegado hasta aquí.