A finales de la década de los 70 se desarrolló un programa espacial internacional conocido como Proyecto Caribdis que tenía como objetivo enviar una nave no tripulada con la misión de explorar el espacio no conocido y analizar las posibilidades de encontrar planetas no tan reticentes a ser habitados como los de nuestro sistema solar. Este programa, que se mantuvo en secreto debido al contexto político-social del momento, y a un cierto grado de pudor, tuvo solo una misión: la realizada por la nave Vostok-Voyager con la que se perdió contacto a los pocos meses de su lanzamiento, por lo que fue considerada un rotundo fracaso y supuso un evidente alivio en ciertos sectores menos afines a la ciencia ficción del momento.
En el año 1984 se dio finalmente a conocer a la opinión pública la misión y el destino de la Vostok-Voyager, pero la información pasó totalmente desapercibida hasta que un año más tarde el periódico italiano Corriere de la Sera publicó unas supuestas intercepciones radiofónicas en la que se oía la voz de un hombre que afirmaba ser el cosmonauta de la nave emitiendo un mensaje que nadie parecía entender. Esta noticia causó un cierto revuelo en la comunidad científica, hasta que un descubrimiento eclipsó por completo la noticia del supuesto cosmonauta al que se consideró, a partir de entonces, como un “astronauta fantasma”: el hallazgo de los restos del Titanic a 4.000 metros de profundidad, justo en dirección opuesta al camino emprendido por la Vostok-Voyager.
Una ironía cósmica, sin duda.